Pasadas unas semanas, repetida la
mamografía y otras miles de pruebas, regresaron a la consulta del ginecólogo.
En esa ocasión, fueron ellos los que dejaron impregnados sus asientos de espera,
de tristeza, miedo e incertidumbre. “Pobre
el que se siente aquí luego”, pensó. Y seguidos de una estela de sentimientos
confusos, entraron en la consulta, la cual había perdido esa áurea de esperanza
para transformarse en una cueva oscura y fría donde un monstruo los esperaba
con todo tipo de aparatos que rozaban la tortuosidad.
-
Bien,
los resultados de las pruebas que le hemos vuelto hacer, indican…- el médico
suspiró y miraba a los pacientes impacientes y los documentos temblorosos de
sus manos.