"Cuando la vio entrar por esa gran puerta, ella tan pequeña
e intentando pasar desapercibida, supo
que iba a ser para él. No le importaba lo que tuviera que hacer, no le importaba que ella lo rechazara una y otra vez, le daba igual lo que pensaran los demás...el sólo pensaba en ella, porque cuando el destino pone una persona así en tu camino, ¿cómo podía dejarla escapar?
Y después de tantos años, después de tantos momentos vividos (buenos, malos, para recordar y otros olvidados) seguían diciéndose "te quiero" cada noche antes de dormir, continuaban buscando la mano del otro al nadar, se perdían en los ojos del compañero pensando lo afortunados que eran.
Sí, eran felices. Y aunque sus cuerpos estaban ya marchitos como las margaritas al sol, su amor y su espíritu tenían los mismo dieciséis años de aquella primera vez que se vieron."