Era una mañana de primavera en toda
regla: el sol brillaba con una fuerza que deslumbraba a todo aquel que miraba a
un cielo con un azul intenso y limpio de nubes. Días atrás habían sufrido un
temporal de frío, viento y lluvia que dejó la ciudad llena de cicatrices y de
recuerdos de la naturaleza; árboles caídos, carreteras erosionadas y charcos
que intentaban ser lagos salpicaban el paisaje urbano. Mirando por la ventana
esa mañana, parecía que todo lo pasado los días anteriores era un pasaje de un
libro de ficción.
Golpeando con el bolígrafo sobre la
superficie de su mesa, miraba por la ventana con la melancolía propia de un
preso. Había perdido la noción de los días
¿Cuánto tiempo llevaba allí? ¿Desde cuándo no salía? ¿Por qué seguía ahí?
Con un suspiro que abarcó todo el aire de la pequeña habitación, despertó de
sus pensamientos y siguió estudiando.