No elegí nacer mujer. No elegí tener
ovarios, pechos ni unas caderas destinadas a albergar hijos; no elegí que mi
cuerpo cambiara durante la adolescencia para que fuese blanco de tus deseos
hormonales incontrolados y de tu lujuria poco amaestrada. No escogí sangrar
cada mes para vivir con miedo de ser agredida y quedarme embaraza, o por el
contrario, recordar que mis sueños e ilusiones se rompen cada mes con el primer
manchado. No elegí los cánones de belleza que nos establecen cómo ser desde que
empezamos a andar; cánones que nos dicen que para ser una “mujer hermosa”
tienes que: “¡pierde peso en 10 días!” “¡Disimula tus imperfecciones con este
maquillaje revolucionario!” “Te da vergüenza de tus estrías, celulitis o demás
atrocidades de tu cuerpo… ¡elimínalas con esta crema híper carísima que usan
las famosas de tu barrio!”
No escogí ser el blanco de las burlas
más crueles en el colegio por ser gordita, por tener poco pecho o por tener
granos en la cara. No elegí nacer en un país donde, por el simple hecho de ser
mujer, se me priva del amor, del deseo y del placer mutilando mi cuerpo. No
decidí nacer niña y que mis padres me abandonen, me asesinen o me repudien
porque me consideran un lastre familiar y social. No elegí ser de etnia gitana
y vivir con unas normas que me doblegan a la voluntad patriarcal. No decidí ser
menos que tú, hombre, y vivir con miedo a ser violada, vejada, infravalorada,
golpeada o anulada moralmente. Tú, querido semejante, no decides por mí, no
hablas por mí y no piensas en mí cuando hablas de mi persona como si fuera un
objeto, un lastre o una idiota de la que te quieres librar.
No, no eres tú quien decide. SOY YO. Yo
elijo la carrera que voy a estudiar, los amigos y amigas con los que compartir
mis buenos momentos, la ropa que me pondré para ir a estudiar, a trabajar o
para salir con mis compañeros. Yo decido si maquillarme para salir o si mejor
voy “al natural” a la calle; elijo qué comer, dónde, cuándo y con quién,
preocupándome de mi salud pero no de ese michelín que me asoma por la línea del
sujetador. Soy yo la que determina mi camino, mis aficiones y mis intereses, no
cambiándolos para estar acorde con mi pareja y que él esté contento. Yo decido
si quiero ser madre o no, no siendo por ello una mujer “antinatural” o una feminazi.
Yo soy la que vive su vida, la que se
mira todos las mañanas en el espejo y se da los buenos días con una sonrisa que
alumbra el mundo. Yo soy libre y merezco ser respetada por mis iguales, no
mirando que llevo escote, los labios pintados de rojo o la celulitis marcándose
con los leggins. No elegí ser mujer, pero si decidí quererme tal y como soy,
vivir con mis defectos perfectos: con esos granitos que me salen en los
momentos menos oportunos, con esas estrías que me recuerdan a mi segundo hijo,
con esos días del mes en los que empiezas a ver lo puta que es tu vida gracias
a ese cóctel molotov hormonal, pero que a medida que se acerca el final, el
negro se transforma en un arcoíris lleno de ponys y unicornios. He pasado mucho
tiempo en las sombras, avergonzándome de mi misma, pero con el paso de los años
he descubierto lo maravillosa que puede ser la vida si estás dispuesta a
vivirla y a disfrutar de ella.
No elegí nada de lo que soy ni nada de
lo que tengo. Me he construido desde los cimientos a base de esfuerzo, de
lucha, de lágrimas y de risas. Pero lo he conseguido, he decidido quererme y
ser feliz.
Y tú, ¿qué decides?
Fotografía: Rubén Merino.
Texto: Yolanda Muñoz.
Precioso texto y maravillosa imagen¡¡¡ enhorabuena ¡¡ me encanta
ResponderEliminarPreciosa tú e increíbles palabras.
ResponderEliminarMe encanta. Simplemente me encanta. Olé por los dos.
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